Estas breves reflexiones son las que compartimos cotidianamente con nuestros pacientes para aclarar algunos puntos acerca de la actividad física, los deportes y el entrenamiento.
Teniendo en cuenta la exigencia al momento de elegir qué actividad física vamos a hacer, podemos distinguir entre dos actividades: el movimiento y el entrenamiento.
Por movimiento entendemos la actividad física sin tener en cuenta la eficiencia, ni el rendimiento, valorando el gasto de la adrenalina acumulada en el vivir cotidiano, el incremento de la circulación sanguínea y el mejoramiento de las funciones biológicas y de los neurotransmisores cerebrales.
En cambio, el entrenamiento es la actividad física especialmente diseñada para ganar una competencia deportiva. En estos casos se valora la máxima eficiencia: disminuyendo el gasto energético y aumentando el rendimiento.
Al hacer actividad en grupo, en un gimnasio, con algún profesor o personal trainer, depositamos en esa persona la confianza de saber qué es lo mejor para nuestro cuerpo. Ir en contra de lo indicado nos genera incomodidad, así como no seguir lo que hace el resto nos puede dar vergüenza. Es importante que nosotros le comuniquemos al profesor o el personal trainer qué es lo que nuestro cuerpo nos dice y nos pide. Ellos esperan el feedback, ya que somos nosotros quienes vivimos y sentimos nuestros cuerpos. Si permanecemos en silencio haciendo caso a la vergüenza, lo único que logramos es desoír a nuestro cuerpo y sus necesidades y requerimientos para la lograr el bienestar.
Comunicate con tu entrenador, y permitile diseñar una estrategia entre los dos: según sus recomendaciones y tus necesidades.
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